Camino a Purén
En los caminos que llevan a Purén
La soledad aúlla de noche,
Entre reflejos de cuarzo blanco y la arcilla lodosa,
De las sombras parlantes de los árboles,
Oigo su discurso,
Un grito de anchimallén hambriento.
La tierra herida,
Excavada a hierro,
Su piel,
Al viento,
Al agua,
El río corre sucio,
No es sedimento, es sangre,
Manando hacia el futuro sediento.
No hay pisadas amables
Sopla aire hostil,
Remolinos invisibles.
Otros,
Son otros y los mismos,
Los soldados.
Y de sus ojos podría brotar una espada que te atraviese
De parte en parte,
Mientras fuman el último cigarrillo de la noche
En el puesto de control.
En Purén caminan muertos viejos,
Caminan los muertos presentes.
Caminan los muertos que aun no mueren.
Pero la tierra de Purén,
Es como el niño moreno que duerme,
Junto a su madre en el colchón maltrecho,
Con una mirada vieja con párpados siempre nuevos,
Crece al calor de los que lo aman,
Y crece cuando arrecia el frío sobre la tierra,
Soporta todo.
Un espíritu se agita en el tiempo.
Osvaldo Solís
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