martes, 14 de septiembre de 2010

Los etnógrafos

A Flores y Roselló.
Por Carrizal Bajo
y su cementerio de cementerios
por aquel charqui a la vista
sin cráneo ni brazos
que nos imantó de retazos Ánimas:
álzanos a la superficie
para arrastrar el sonido
de las bolsas de pegamento
el jote subterráneo
que surca el veneno
del rio Mataquito
la conciencia en tránsito
de Lautaro en la Trinchera
que nos vomitó a desembocar
en Huaquén
a formar parte
de las filas evangélicas
que nos bendijeron
para terminar comiendo gusanos
en la simetría de un bosque de pinos
hasta el último sorbo
del floripondio
donde fuimos meados
por nuestras amantes
acampando en el dínamo del campo
atragantados de canciones
descortezábamos la costura del ojo
para vagar encandilados
en la bruma Maulina
travestis y sopaipillas que despabilan
el reverso de ciudades en los censos
aquellas cifras que ignoran
garabatear su contradicción
pieles de serpiente que desde la Moneda
nos llevaban a renegar a la prostitución
del fondo del libro
Fondart
para mostrar
nuestras palmas vacías y embarradas
yemas amarillas
a dueñas de casa
abandonadas
constantemente por hombres
que comprendían el nombre de los pájaros
el habitar del diablo en las minas
pero no una casa vacía
bajo la lluvia
donde los relojes
son los únicos que resisten a detenerse
por los campos de choclos
dónde interrogábamos a niños
sobre cómo conseguir
sacos de marihuana
y caballos baratos
robados a estudiantes de policía
que sumergidos hasta los hombros
en los ríos tibios
promulgaban su realización
en dispararle a algún mapuche
donde cada medalla es un muerto
donde cada muerto
es el comedero de los chanchos
que pasean sobre la sangre morena
por cuyos regueros solíamos
caminar tiritando de vino y de rabia
que empujados
hasta los límites de Vallenar
entrábamos a iglesias
a comulgar con nuestros demonios
gritando desde sus propios ojos
me cago en tu dolor
tu resignación y tu hostia
vamos a perdernos con la calle
que acá está lleno de mineros que prefieren
morir deshidratados
pero con los bolsillos llenos de oro
aquí veremos estallar la montaña y los hielos
pero con nuestros pies
en la tronadura
y a usted, cómo se lo caga su jefe?
Eh?
Cómo?
los propios guayaquis dispuestos
a vomitar Santiago centro
Lo Barnechea
La Pintana
para armar desde la basura
solitarias barricadas
en las que poder gritar
por las noches
dejamos los retratos
desalojamos lo aprendido
hemos muerto en Niebla
Curicó
hemos muerto en Lenga
Concepción
somos en los lapsus
en los pueblos callejones
champiando
cargando huiro en la estela de nuestro sueño
el más bello e imposible
que mantiene respirando
nuestra furia
desatando litros
y alimentando la conciencia
de la cacería de guanacos
donde a la orilla de caminos encontramos
nuestra fortuna
nuestra riqueza
no hay nada que perder
sólo tres hombres
kilómetros humanos
y allí, las viñas
sin temor al cáncer de piel
cortando uva para el otro lado de la noche
para labios que no imaginan
el sudor que riega estos cerros
el odio hacia los jefes invisibles
que dibujan en el cielo
con sus aviones líneas rectas
al progreso que nadie había exigido
que nadie debajo de las parras había exigido
cólera de mierda y alucinaciones
de bandas bajando a gritos de los cerros
dispuestos a destruir los fundos
a escuchar la rapsodia de pinochetistas
que exigían la pavimentación
y la reconstitución de una historia sin asesinatos
quiénes Cherloc Joms son los asesinos, Mario?
elemental mi querido Augusto
estimada Michel
Pirañas
elemental como el silencio del desierto
mientras atardece
sobre las torres de alta tensión
y somos encarados a bajarnos de los buses
por decididos a no cerrar el hocico
interrumpiendo el sueño chileno
que coopera con la teletón
es que no los convencen
la altura de los edificios
la rebosante limpieza de los bancos?
no,
queremos cumbia
bailar con chicas morenas y desconfiadas
del valle del Limarí
las siempre resguardadas
por los hermanos de la madre
no,
la lengua a la altura de un mate
las orejas dispuestas
al abuelo en la montaña
no,
tabaco y días caminando
por persona un camino
por casa una historia
un dinamo frente a nuestro propio desconcierto
donde cantaremos nuestros ojos
y sus vidas
sus vidas
sus vidas
hasta nuestra muerte
ahora.



Juan Carreño

No hay comentarios:

Publicar un comentario