Sueño que delfines deliran siendo hombres
menos este aquí narrando mentiras solo
-una mano en el pan, la otra en la radio sin pilas-
la tierra emerge con el brazo en alto y otra servilleta
limpio la ceniza tinto, que deja la borra.
En la esquina un grito travesti se oye
la mulata verde mini bordea el terruño
chimberas piernas corren y un taco queda junto a la colcha
lo tomo, príncipe lumpérico de cuento Disney
escrito en la noche so(m)bria de Gómez Morel.
Buscaré a cenicienta por cocinerías, pasillos, atracadores.
Talvez, la colorina beba cerveza apostando a caballos en el bar del cojo
o vague pucho prendido para chismear con compatriotas
a la salida del pollo frito, humando al curry la nostalgia.
Dónde estás cenicienta
olvidaste la ruta que lleva al callejón sin salida
escondida tras los basureros te persignas
presa fácil para la muerte venidera
que busca en los países pobres
al indioario que llevamos dentro del alma huacha.
Qué sucede cenicienta,
no montaste el taxi del guatón DINA
perderías algunas chauchas a cambio de falopa
y una noche plácida en la Juan Antonio Ríos
viendo como amanecen los muros para ti sola.
Desnuda, desmenuzarías la desidia
oreando la comida china, te lavarías el miembro
mientras cantas a Chabuca.
Qué tan necesitada estás cenicienta,
rechazaste un ron en el mausoleo inca
donde cada mes te acuerdas de la abuela
y lloras borracha hasta el día próximo
despiertas, meada en el patio 29
-somos todos huesos, somos todos cruces, somos todos desaparecidos-.
El jardinero te expulsa por maraco
sucio, peruano y miserable
y tú cenicienta tomas la carterilla, la flor robada de muerto ajado
lanzas un beso a la memoria, el globo revientas del angelito
y te vas, alzando ese puto dedo a la patria.
Que es de ti cenicienta,
ya no vendes jugo de pomelo en la Vega chica.
Tal vez, regresaste a tu Ayacucho natal
a revivir en lengua aimara la mierda del sité
-madriguera del Chile inmigrante-
donde hacinada por deudas
dejas el cepillo, el barniz, la madera
las piernas en la calle
la dignidad tras los labios, una puerta tras otra.
-Ese nazi es cada uno de esos niños
entonando el himno nacional, mientras se alza la bandera
a pleno sol, patio central de escuela pública-
Quizás, nunca contarás a tus hijos cenicienta,
que en la tierra de la esperanza pérdida
el muchachito dejó su zapato de charol
para que un viejo fantasee y los chicos se diviertan.
Mientras, cortas las cebollas del ceviche de bienvenida.
Que fortuna tuviste cenicienta,
por la noche, cuando el frío levanta
rocé tu chancleta y un bototo mi rostro
recostado en el suelo -medio sangrado, medio amor-
proyecté la oscuridad, dándote resguardo.
Aquí, bien lejos de tu tierra y tiempo.
Ensáñense conmigo, dije:
“Soy puta, mendigo, judío, pastero, punk y comunista”
cerré el libro y una hoja voló
franqueó ilegal la frontera de nuestro silencio.
Dormí, como cada tres veces al año
cuando la escoba saca a la derecha y barre
las postrimerías de la ciudad fabelosa.
Tres costillas quebrada, el ojo izquierdo reventado
a ras de suelo te vas, dejándome el sostén
las sombras calvas, cobardes, se marchan
ríen y beben latitas de paceña -Latinoamérica es una ironía-
una vez que marcan el cuerpo en conformidad con su ignorancia.
En la Posta Central, cementerio de indocumentados
las palabras de la Miriam me resuenan:
Que no chupe más, que me quiera y no le creo,
al igual que a estos pendejos jugando a ser furher.
Nadie arrastra delitos, ciudad sacrilegio
a nadie intereso, porque no hablo con desconocidos.
Aquí estoy recreando fábulas, echado en la colcha
para recibir maldiciones por cariños
y mi puta cenicienta arrancó
como la lluvia, los hijos, la sirena y la culpa.
¡Prendan fuego! Grité, esa noche
hagan de mi la antorcha que alumbra
su camino mísero hacia la ciudad perdida,
tres pueblos al sur del Ayacucho natal
donde algún día seré taco de la cenicienta inca.
Roberto Tom García
(Gestor Cultural y Comunicador Social)
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